KOCHITO
El laceador de CanínAlejandro Medina Bustinza
(Apurunku)
KOCHITO, el laceador de Canín
@ 1ra. Edición –Callao, Lima – Perú 2011
Grupo editorial: ARTEIDEA
Tiraje 1000 ejemplares
@ Alejandro Medina Bustinza
Ilustración de Carátula: Ever Arrascue Arévalo (Artista plástico) Telf.:
(51-1) 2546428 / Cel.: 99580-5155
Ilustraciones interiores: Ever Arrascue Arévalo
Email: apurunco@hotmail.com Celular: 998779560
Hecho el depósito legal en la biblioteca Nacional del Perú No
2011-12282
Prohibida
la reproducción total o parcial de esta obra sin previa autorización escrita del
autor.
Dedicatoria: A Canín Takray
Piedra…sobre
piedra, piedra.
Piedra…
bajo piedra, piedra.
Haz que
vuelvan
tus
repiques colectivos de limbos
a retumbar otra vez con tus aynis
a
sembrar otra vez con tus yaravíes
inconmensurables
partículas de pasionarias
en cada
ribera de nuestros trazos durazneros.
Haz
nuevamente esparcir las minkas
por
todas las llanuras de nuestras manos juntas
con las
eternas cosechadoras quinuales.
Haz que
vuelvan las calderas multitudes
a mojar las penumbras con tus yuntas fervientes.
Piedra…sobre piedra, piedra.
Piedra…
bajo piedra, piedra.
Prólogo
Conocer
meramente el contexto físico geográfico y natural de las comunidades
campesinas, postergadas en su mayoría al abandono, que conforman la estructura
poblacional socio económica y cultural de nuestra nación, es sólo un
conocimiento trivial, pasajero, distante y superficial. Aún cuando pareciera
haberse actuado con ciertas voluntades políticas a favor de las comunidades, o
con visos de impulsos turísticos y aproximaciones para cumplimientos de normas
jurídicas y gubernamentales, aun así, en la práctica sólo constituyen visitas
protocolares, por no decir campañas electoreras.
Este
pasar de vista, como una sombra mecánica, a mi juicio, no es suficiente. No es
lo mismo conocer de cerca en su profundidad el contexto socio cultural de cada
comunidad. Es decir, saber de buena tinta su espiritualidad e idiosincrasia
integrada y contenida en la convivencia colectiva, con prácticas agrarias y
ganaderas de la vida diaria en las que se desenvuelven. Conocer sus
concepciones de hombres y mujeres con derechos humanos, constructores de sus
propias historias, tradiciones religiosas, su literatura caracterizada por la
oralidad y el uso de sus lenguas originarias con las que se manifiestan
maravillosamente a través de sus narraciones y expresiones musicales.
No
olvidemos, nuestra sociedad andina tiene más de 10,000 años de historia frente
a la invasión europea que llegaron sólo
hace 600 años atrás, y en ese periodo de enfrentamientos, los pueblos
originarios han resistido y conservado algunos de sus patrones culturales. Las
riquezas expresivas desarrolladas en sus lenguas, permitieron la variabilidad e
intensidad comunicativa de sus habitantes, junto a sus ilusiones, prácticas
rituales y creencias de sus expresiones andinas, característica determinante de
la cultura peruana, suscitadas de la misma sociedad y naturaleza concreta.
En el mundo andino, el hombre y la naturaleza
jamás están separados. Constituyen un solo cuerpo, un solo pensamiento. Ambos
configuran la vida: sienten, aman, odian, ríen, lloran, gozan y hablan un mismo
lenguaje. Por eso, hoy podemos observar en sus narraciones orales y canciones
populares, que siempre están presentes los elementos propios de su entorno
natural con quienes conviven y se sirven mutuamente: la tierra, el agua, las
montañas, lagunas, los granos y ganados, el mar. El sol, la luna, las plantas,
los ríos y también sus difuntos. Su permanente lucha por conservar y prevalecer
los valores solidarios, la honradez, la justicia, el respeto a la naturaleza y
la organización del trabajo colectivo y fraterno (herencia cultural del pasado
histórico, obtenida a través de las generaciones) ha dado lugar a estudios y
declaraciones de patrimonialidad cultural de la humanidad: Caral, Fortaleza de
Kuélap, Machupicchu etc. hablan por sí solos.
En
aquellas prácticas colectivas de las comunidades campesinas están expuestos sus
valores, profundos y humanizantes principios elementales, altamente
civilizadores de hombres y mujeres sencillos y claros, frente al modelo
cosmopolita del mercado liberal, del individualismo y globalización grotesca,
mal llamada modernidad.
Por
la ignorancia y miopía de los grupos dominantes que gobernaron al Perú, gran
parte de las riquezas culturales de nuestros pueblos andinos fueron fracturadas
y desdeñadas hacia el individualismo bellaco y codicioso de la cultura
occidental. A pesar de los acechos de aculturación, el hombre de los pueblos
originarios (andinos, amazónicos y costeños), permaneció y permanece vigente en
un medio geográfico y socialmente discriminado y agredido en todo momento.
Gracias a sus capacidades comunicativas y colectivas en el seno de sus
relaciones sociales, continúan preservando sus expresiones culturales, sobre
todo, creando nuevas posibilidades de cambios frente a sus necesidades; sus expresiones
espirituales y sociales frente a los acontecimientos de la historia.
Porque
en lugar de extinguirse, se fortalecieron y se robustecen creativamente a
través de sus mitos, leyendas, cuentos, poesía, música, narraciones históricas,
fábulas, etc. como los que ofrecemos en el presente texto. Esta pequeña
historia “Kochito, el laceador de Canín”
relato recogido de la Comunidad Campesina de Canín, ubicado a (3,550 m.
s.n.d.m. a 7 horas de Lima) distrito de Checras, provincia de Huaura Lima – Perú, significa la evidencia real, no
sólo de olvido y enajenación, en las que
se hallan cientos de comunidades campesinas, sino también nos permita conocer
la existencia de la imaginación y creatividad de sus habitantes, mantenidas tan
sólo en la oralidad y en el anonimato, (a riesgo de desaparecer), centenares de
maravillosos testimonios culturales de enorme valor literario, histórico y
pedagógico. Hacemos llegar estas líneas, con el mayor cariño y reconocimiento a
la comunidad de Canín, para acaso conglomerar y fortalecer con los tuyos, hacia
las alturas superiores de nuestra identidad nacional.
Por
último, depende de nosotros poner en relieve y afirmación los valores
culturales de nuestros pueblos originarios, porque somos parte de ellos, de una
u otra forma, y porque nuestras raíces así lo exigen. En el proceso de nuestro
mestizaje en general, sigue palpitante nuestra identidad desde aquellas raíces.
Aquí está todo lo que necesitamos si queremos mejorar la calidad de vida,
alcanzar la justicia, dominar las técnicas y el conocimiento para conocer mejor
el mundo y cambiarlo. Claro está, sin obviar las experiencias de afuera, que
siempre serán necesarias. Ya lo dijo alguna vez el gran amauta José María
Arguedas, en su discurso “No soy un aculturado”: “(…)
El otro principio fue el de considerar siempre al Perú como una fuente infinita para la creación (…) no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana ; todos los grados de calor y color , de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores (….) imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso (…) en arte podemos ya obligarlos a que aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí mismo…” Por ahora, eso es todo.
El otro principio fue el de considerar siempre al Perú como una fuente infinita para la creación (…) no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana ; todos los grados de calor y color , de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores (….) imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso (…) en arte podemos ya obligarlos a que aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí mismo…” Por ahora, eso es todo.
El autor
Callao, agosto del 2011
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