Walter Paz Quispe Santo
Licenciado en Educación, especialidad Lengua y Literatura por la Universidad Mayor de San Marcos, Lima. Ha estudiado Lingüística Andina y Educación en la Escuela de Post Grado de la Universidad Nacional del Altiplano de Puno.
POEMAS DEL "OBITUARIO DEL BUHO"
B A B L Ú
Hoy
que
en
tus
labios
arden bosques de risas
Ariadna
los
árboles
sueñan
con
un
bosque.
I
He plantado el silencio en la zona mas profunda de la noche.
Espero de ella la humilde voz de la luciérnaga.
Guardo silencio reverente y Morfeo me vigila.
Bebo del ojo de sus manantiales la vía láctea.
Prefiero esconderme en alguna roca astral, zambullirme en su senda celeste.
Estoy acostumbrado a leer el silencio mientras la alegría duerme entre pañales de nubes (todavía es niña y sueña con una madre de cristal).
De sus páginas salta una mariposa no impresa y revolotea por lugares no cartografiados de la tristeza. Desparrama garúas sobre la música extendida.
La luna es una burbuja donde refugia sus nostalgias el amor.
II
La nostalgia nace a cada instante. Gime la alondra al parirla. Es una salamandra que recorre las cuerdas del violín para proferirla, herirla, arrastrarla con su arco de frío sin piedad y descorazonarla.
Es una abeja que vuela mil novecientos noventa y nueve veces para crear una rosa. Su destino es vagar sobre la hiel de una hoja marchita.
Descansa en el granizo de las nieves perpetuas. Agita sus alas y retorna a su infancia glacial.
La nostalgia siempre muere de amor.
III
Esta es una ceremonia rosada del tiempo. Una rima melancólica de la lluvia que cuando uno bebe sus aguas olvida su nombre.
Cuando la amargura penetra en los estolones del melocotón, se acurruca el amor, brincan sus sombras, se hacen a un lado.
Se arrastra rumorosamente el caracol sobre las teclas de un viejo plano. Se libera una melodía acuática. ¿Es Haendel o Debussy? ¿Quien es? Es un grillo que canta a los mares y ríos y cuando deja de cantar, amanece.
IV
Eres la huella digital de la lluvia. La sucesión vertical de burbujas de música que cuando se rebela el tiempo parte en dos el siglo.
¿Leerás mi idioma ignorado? Esa inscripción sepulcral en la frente mítica de la tarde. La memoria tierna agujereada por el silencio encogido y desgranado.
Yo soy el hilo infinito que viaja a tu universo dormido. Abatido como el rumor triste de la alondra en la orilla lejana.
He metido la mano en el fondo del aire, lejos, muy lejos, en los pórticos agrietados de la borrasca buscando tus ojos claros y sólo he encontrado tu nombre.
V
En el movimiento de la luna la cronología del amor es la oscilación de la ternura.
Un ciclo de andanzas íntimas donde los rastros son péndulos que cuelgan como enredaderas enamoradas del muro de la angustia.
Huellas de continuidades donde la actualidad se encuentra depositada en la maleta de viajes de la nostalgia.
La coronación de la soledad tiene por ceremonia la desintegración de horizontes que trazan las aves sobre alfombras destruidas.
Y el universo es un dulce cajón donde las inmóviles florescencias de tu cara permanecen como gastados materiales de un tiempo sepultado de sonrisas.
VI
Vivo mi vida en un reloj viviente, medido por una clepsidra y el calendario, no se si soy un río o la tormenta.
Su brevedad abre círculos a mi tristeza y me hace girar en torno a ella, a veces pienso que soy un coro de melancolías extraviadas en sus aguas.
Un silencio corto en medio de dos notas musicales que pertenecen a dos partituras distintas. Un pentagrama mudo que solo contiene una melodía no tocada.
Tal vez soy un suspiro incandescente florecido en un manantial que brota del pozo de tus ojos.
VII
Voy
cerrando
estos versos matinales
para abrir las paredes
de tu piel mineral
buscar
el
secreto
de tu
corazón aciago,
cavar
la
noche
profunda
y
beber
la agonía de melancolías heridas
de pozo amargo
de
tu
música callada.
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