oráculo

4.8.11

Orlando Ordóñez Santos, desde la cueva del zorro Lima Perú

Lima , julio del 2011




B A S T I Ó N A N D I N A



POESIA




AGUA INCOLORA



Tanto tiempo


no sé cómo pudo soportar


estar vacío la inmensa


tinaja donde la niñez dormía


su encanto e inocencia de agua en témpano.



Sin embargo


aquella herencia del tiempo


a como dé lugar, estoico, rebelde


resistió toda embestida, de odios,


de los malos pasos y de la ausencia


del puentecillo quebrado antes de su ciclo.



Siento, ahora un raro cosquillar


sobre el incrédulo catafalco del fogón


mientras la vertiginosa ráfaga


de nevisca llegará a pleno desierto


con el cántaro orbe sediento


y sin desequilibrar la pluma


trataré por última vez escribir tu nombre


con el agua incolora y fría.






AÑORANZA SÓLO AÑORANZA



El vagabundo al descubrir en el alba


que sus pasos habían hallado


una extraña senda, ensayó una leve sonrisa


como si algo se quebraba bajo los pies


trató inútil de no echar otro paso


se hallaba en medio del pantano.



El día fuera de lo común había


sido violada su quietud de piedra impávida;


aún el taladrar horrísono de la diana


rasgaban sus ecos sobre las colinas tratando


de refugiarse entre las encañadas, pero


inusual sobre el pentagrama la melodía agonizaba.



La incansable corriente de las aguas de cristal


de pronto en su aletargada mansedumbre


había comenzado a sentir en sus huesos de cal


un estremecimiento espectral como si fuera lento


todo embruteciéndose, solidificándose fríamente


con su menear de diosa, inmóvil su mirada era inmunda.



Sé que vale ahora seguir vagando en el mundo


cuando después de todo nunca pude hallar lo buscado.


dónde pues, está el día que cantan los poetas


aquel de alas azules y encanto de capulí.


ya me siento casi vencido al no poder cómo hundir


este cansancio en las aguas del Mantaro, que ya no es.




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