SALUDO Y AGRADECIMIENTO POR LA CONMEMORACIÓN
DEL CENTENARIO DE JOSE MARIA ARGUEDAS
Por Sybila de Arguedas
Por Sybila de Arguedas
En estos tiempos de dura y dramática gestación histórica y parto de lo nuevo, nuestro corazón late más fuerte cuando hacemos remembranzas de Mariátegui y Arguedas, mientras luchamos con nosotros mismos por definir en qué empeñar la vida.
Hoy, en que el despojo de tierras se está realizando subrepticiamente a niveles continentales (África, Asia, A. Latina) es bueno “encenderles una vela de esperanza” en nuestro espíritu que tantas veces se ha encendido y apagado, que renace como el ave Fénix, para seguir luchando por lo justo y necesario.
Si nos hemos reunido aquí (me siento presente, al unísono, como cuerda de una guitarra afinada en la misma nota) es para difundir, como secreto a voces, el optimismo que ellos, José María Arguedas, Mariátegui, como también Vallejo y otros muchísimos “soldados desconocidos” del pueblo, nos han contagiado y encendido como un dínamo energético vital; permitiéndonos asumir con aliento y perseverancia, en la brega junto a los pueblos del mundo, actores de la historia tantas veces luctuosa.
Les agradezco permitirme este saludo, desde lejos, en ocasión de la conmemoración de este centenario del nacimiento de José María Arguedas, el 18 de enero de 1911, de quien podríamos citar aquí multitud de pensamientos que nos recuerden cómo quiso ser instrumento de servir al pueblo, de defender al campesinado, al indio, de todo corazón y pasión.
Expreso aquí, mi esperanza y la certeza de que -junto a los pueblos del mundo- seguiremos escuchando y evocando la trayectoria de los mejores hijos del pueblo del Perú -como lo fueron Mariátegui, José María Arguedas o Vallejo- y descubriéndolos y acompañándolos en el presente, aunándonos, por ejemplo, en la acción de solicitar la amnistía para los presos políticos en las cárceles peruanas como Piedras Gordas, de la Base Naval del Callao, de Cantogrande, de Mujeres de Chorrillos y otras, recordando cómo, de su paso por la prisión política, José María mastica pacientemente su terrible experiencia, durante unos 18 años, hasta la aparición de su obra “El Sexto”, pronta a ser publicada en francés.
Dos fragmentos de textos del escritor para aprehender su esencia. Primeramente, de “No soy un aculturado…”: son sus palabras en el acto de entrega, en Lima, del premio “Inca Garcilaso de la Vega”, en octubre de 1968.
“…Fue leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente en las cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce a todo el porvenir sino a lo que había en mí de energía, le dio un destino y lo cargó aun más de fuerza por el mismo hecho de encauzarlo…”.
Y para culminar:
“…está creciendo nuestro pueblo. Si continúa alzándose no podrá ser detenido. La fuerza del pueblo que crece no es mortal.”
Gracias y buenaventura para todos desde esta finis terrae.
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