Soliloquio
Fernando Chuquipiunta Machaca
Entre la realidad y el sueño
se ha detenido el tiempo.
Desde el río cristalino
cien gaviotas alzan vuelo
y son parte del universo.
Del supullullo 1 brota
la mañana con nuevo aroma
y una andina fragancia
se va danzando por el horizonte.
Un relámpago deja una huella
profunda en mi corazón
y abre en las sementeras
un surco de lágrimas.
Las constelaciones traen
a niñas sirenas con una
extraña alegría en el rostro
por el mágico sonido de sicuris 2.
1. Supullullu.- Manantial de agua que conserva la juventud.
2. Sicuris.- Conjunto de zampoñas que interpretan música andina
VIENTO DE HUANCANÉ
Fernando Chuquipiunta Machaca
Escribo tu nombre en el cielo
y en las orillas del Titicaca.
Una lluvia de luceros se precipita
sobre los cerros distantes,
la soledad y la ternura.
¿Cómo ignorar tu historia
de constantes abusos contra
los seres humanos más humildes?
¿Acaso el poeta es un ser extraño
que no le duele su pueblo?
Yo también digo: “¡Wala Wala!” 1
con la esperanza de que se edifique
un mundo donde sea posible,
que todos los niños lleguen
a beber el desayuno que les falta.
Tu nombre tatuado en mi piel
que lo repito hoy que la lluvia
cae sobre mi casa y oigo
la cálida voz de mi padre
que trae el viento del atardecer.
1. Grito de rebeldía que se origina en Wancho Lima (1923).
MI PADRE
Fernando Chuquipiunta Machaca
Ahora que veo pasar
los días tan apesadumbrados,
recuerdo tu mirada tierna
llena de preguntas.
Y pienso en tus palabras
que se parecen
al lejano sonido del mar.
Cuando te fuiste
caminando al atardecer
todas las palomas huyeron
para no volver jamás.
Una alondra huérfana
quedó prisionera
entre el alba yacía
y el espacio adolorido.
El tiempo sideral
no ha vuelto a ser el mismo
y nadie ocupa el lugar
donde se sentabas a la mesa.
Un pan llora todas las mañanas
tu ausencia que no tiene fin.
A veces quiero borrar
los meses que permaneces
oculto detrás de viento
que todas mañanas
acaricia el rostro de mi madre
y sé, padre mío, que eres tú.
EL POETA Y EL BARCO
Fernando Chuquipiunta Machaca
Se estremeció el poeta
y no pudo escribir una canción.
Vio que la luna caía
al fondo letal de la soledad.
Se vislumbró.
Creyó que podía detener
el arco iris iridiscente
que tenía en las manos.
Se desencantó al ver
que las estrellas
caían en medio de la noche
y no podía recoger ninguna.
Y se enterneció el poeta
al ver un barco en el horizonte
y un niño agitando un pañuelo
lo llamaba por su nombre
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