Balsa de Titicaca
EN HOMENAJE AL RECORDADO DANTE NAVA POR EL POETA ANTONIO SARMIENTO
Desde la Revista Cultural de Zorro de Abajo de la provincia contitucional de Callao Agradecemos por su gentil colaboraciòn para la regiòn de Puno.
TENDENCIAS DEL SENTIMIENTO ANDINISTA A TRAVES DEL POEMA “ORGULLO AYMARA” DE DANTE NAVA
Por: Antonio Sarmiento
Soi un indio fornido de treinta años de acero
forjado sobre el yunque de la meseta andina
con los martillos fúlgidos del relámpago herrero
i en la del sol, entraña de su fragua divina..
El lago Titikaka templó mi cuerpo fiero
en los pañales tibios de su agua cristalina
me amamantó la ubre de un torvo ventisquero
i fue mi cuna blanda la más pétrea colina.
Las montañas membrudas educaron mis músculos
me dio la tierra mía su roqueña cultura
alegría las albas i murria los crepúsculo.
Cuando surja mi raza que es la raza más rara
nacerá el superhombre de progenie más pura
para que sepa el mundo lo que vale el aimara..
Este notable soneto apareció publicado, por primera vez, en la revista cuzqueña “Alma Quechua” en su segundo número que corresponde a marzo de 1932, cuando las hermosas experiencias del “Boletín Titikaka”, “Amauta” y “La Sierra” se habían extinguido, producto de la acentuada crisis social y política que vivió el Perú luego de la ascensión al poder del comandante Luis Sánchez Cerro en 1930. Se inició una etapa de oscurantismo cultural debido a la acción represiva y policial contra los medios impresos. Pero el fuego inmanente de aquellas revistas siguió quemando en el corazón rebelde de muchos escritores.
Carlos Dante Nava, fue un intenso poeta de arraigo popular y gran conocedor de las técnicas poéticas. De ascendencia italiana por el lado paterno, su nacimiento se registraría en una ciudad de pescadores (Chorrillos) el 8 de abril de 1898, pero recién cumplido el año, el padre decidió trasladar a su familia a Puno, en donde instalaría luego un hotel. El “gringo” Nava, como cariñosamente lo llamaban sus amigos, aspiró y bebió del cielo azul y del lago milenario. Se consubstanció con el escenario geográfico, de grandiosas cumbres y pampas. En 1920 editaría su primer libro, que llevaba un título de sensualidad baudeleriana: “Báquica febril”. Aquellos textos todavía estaban saturados de cierto decadentismo finisecular en boga pero ya asomaba la frescura nativista, de índole social, al tomar como tema a la frutera o a la lavandera: “Oh lavanderita de ojos de venado,/ oh lavanderita que todo has lavado/ con las manos blancas de tu dulce amor.// Con el agua alegre de tu risa amena,/ i el jabón rosado de tu carne buena,/ lava mi alma sucia…¡sucia de dolor!”
El espíritu de su obra posterior lo sitúa como el cantor de la vida puneña. Basta solo repasar algunos títulos para darse cuenta de ello: “Cantar del karabotas”, “Balsas del titikaka”, “Hilandera de los andes”, “Chola pandillera”, “Canto a Puno”. Este último poema fue premiado con la flor natural “Kantuta de Oro”, en los Juegos Florales realizado el año de 1956. Nava fue un voraz lector. Esta inmersión en la flamante literatura de su tiempo es un tópico central de su generación. Nos referimos a aquella vanguardia gestada alrededor de Orkopata y de “El Boletín Titikaka”. Estaban conectados –a través de libros, revistas y cartas- con distinguidos escritores de otros países. Y es que el espíritu antiacadémico, antidiscursivo de sus integrantes no restó, de ningún modo, el profundo conocimiento que tenían sobre la obra artística. Ya por los años veinte Gamaliel Churata, por ejemplo, teorizaba sobre la naturaleza del mundo andino, y proyectaba una estética vital y comprometida con el hombre cósmico.
Son interesantes también los conceptos de Alberto Mostajo sobre poesía. Había publicado “Cosmos” en 1920 y “Canción infinita” en 1928. Para este segundo libro escribe un prólogo esclarecedor. En el siguiente juicio vemos sus afinidades con el pensamiento de Vallejo sobre la discrepancia con esa clase de poesía que no aflora de una apremiante combustión vital: “No es creación poética todo aquello que resulta de expresar emociones forzadas e ideas ajenas a través de formas nuevas. Formas recientes que hablan de ideas ya conocidas carecen de valor e implican un fraude a la suprema dignidad del pensamiento. Tampoco debe confundirse la creación poética con aquella que resulta de aglomerar palabras cursis y retumbantes sin ningún plan ideológico ¡Un espíritu que los ordene! ¡anime! De nada sirve el esplendor de una flamante forma si ella no dice una idea o emoción de vida hecha fuego y espíritu”. De esa emoción está llena la poesía de Dante Nava. Al igual que sus contemporáneos, él fue autodidacta por voluntad propia, por considerar que la naturaleza es la mejor maestra que podía tener. Las enseñanzas del paisaje dejaron huella indeleble en sus creaciones.
“Orgullo Aymara” es un texto clásico de la poesía puneña, construido sobre la forma de un soneto regular alejandrino, que guarda la peculiar ortografía (de la “i” por la “y”) como la usó Manuel González Prada. Es un canto altivo, de afirmación y esperanza. Pictóricamente se resuelve en un fuerte trazo, a manera de aquellos grabados en madera que solían ilustrar las revistas de la época. Allí aparece retratado el poeta, en actitud de titán, confundiéndose con la naturaleza. Esa dualidad y síntesis de hombre-montaña, lago-cielo principia con un arresto de autoafirmación, referido a la humanidad destellante del aymara y a su recia personalidad:
“Soy un indio fornido de treinta años de acero
forjado sobre el yunque de la meseta andina”
y que culmina con el conocido gesto de orgullo:
“para que todo el mundo sepa lo que vale el aymara”.
Esta unidad esencial, prosopopéyica, del hombre mimetizado con el paisaje se origina de la misma matriz y cosmovisión andina. Todo es vivo en el poema, todos hablan: el hombre, la raza, las montañas, el lago, el sol. Todos participan en la conversación. El sentido profético de aquel hombre vitalista, nietzcheano, no debe verse como la supervaloración desmedida, jactanciosa de un artista ególatra. Será más bien la representación pujante del hombre andino que ama intensamente su terruño, su lago y su paisaje. Ellos serán su fortaleza, su esperanza y su incontestable actualidad. Se vuelve a la profecía y a los pronósticos. La raza cantará siempre para que otros, los que vienen del futuro, la oigan y canten también.; el universo será revelado por el esfuerzo de esa búsqueda ancestral, y así, los nuevos hombres hallarán la clave del misterio eterno.
Desde la perspectiva de este idealismo anunciador, de emprendimiento y audacia, de esperanza en las nuevas generaciones podemos acercarnos no sólo al texto analizado sino también a la poesía de los otros vanguardistas puneños. En ellos hay un sentido de búsqueda del lenguaje hecho acción, la conducta tan importante como la propia voz literaria. La voluntad de hacer tan necesaria como la experiencia artística. De allí que en una frase Dante Nava expresaría su concepción de vida: “más vale comprender que crear”. En su caso esta afirmación se sintetiza en su profunda emoción social y humana. Aquí aparece la impronta vitalista de Whitman y del Unanimismo francés. Leyendo las páginas de “Hojas de hierba” Dante Nava, Hijo del pueblo, animado de ideales y justicias, joven que ansiaba el pánico desbordar de la vida, activa y enérgica siente que no está tocando un libro sino un hombre, y por ende a todos los hombres.
El autor nacido en Long Island incorpora verdaderas novedades a la poesía universal. Lanza con plena convicción de presente el canto del hombre nuevo: optimismo, progreso, solidaridad, libertad natural en medio de una armonía social perfectible. Libertad de las palabras, de las formas, de los actos que significan más que todas las ideas y que todos los libros. Por su parte, el unanimismo tiene influencia de Whitman pero también de novelas naturalistas de Zola, propone para el poeta temas colectivos: el alma de las grandes ciudades, las labores del campo, la marcha progresiva de la humanidad. Desdeñan todo intelectualismo y reemplazan la imaginación por la realidad cotidiana, la visión del todo universal en la más pequeña y sencilla partícula o en el más insignificante de los seres; la insistencia en un lenguaje simple, directo, sin sorpresas.
Esta vertiente de “autoafirmación” que muestra el poema de Dante Nava –muy común dentro de los escritores del Sur del Perú- tiene antecedentes en la poesía novomundista de José Santos Chocano quien en un conocido soneto estampa los siguientes versos: “Soy el cantor de América, autóctona y salvaje”. Estos lazos literarios de Chocano y la vanguardia puneña se aprecia en lo concerniente al sentido afirmativo de la vida, a la fuerza de la geografía y la historia, a la mística individual y al interés de lo colectivo americano. Otros poetas del sur arequipeño estarán signados también por esta fuerza desatada de la naturaleza, cuyos textos se vinculan por afinidad espiritual con el de Nava:
“Soi un fuerte labriego i más fuerte poeta;/ Mi alma es ática, pura, buena, sentimental./ A veces soi alegre como una pandereta/ i soi a veces triste como un canto rural”.
(Alberto Hidalgo, “Reino interior”, en “Arenga lírica al Emperador de Alemania y otros poemas, 1916).
“Soi de los Puros. Mi sangre es jugo de viñas nuevas. Soi de los jóvenes bárbaros, de los bellos salvajes americanos, que principiamos a vivir. I balbuceo Cantos como los Bardos primitivos. Soi una Flor de Razas. Soi un Vértice. Sobre mis veinte años pesan veinte siglos”.
(Alberto Guillén, en “Prometeo”, 1918).
El 28 de setiembre de 1958 Dante Nava cerraría sus ojos para dormir abrigado en el lecho azul del Titikaka, cuyas aguas refractan las estrellas del firmamento. Su obra lírica es intensa y hermosa como lo fue su vida; aunque da pena decirlo (y vergüenza también) las grandes antologías confeccionadas aquí en Lima ni la mencionan. En 1990, gracias a la amorosa dedicación de su sobrina Nina –hija de Alfredo, el hermano tenor con quien realizaría veladas artísticas- pudimos apreciar gran parte de su poesía, agrupada bajo el título “Dante Nava: el Poeta del Lago”. Para gloria de Puno y del Perú, “Orgullo aymara”, el soneto inmortal quedará grabado en la memoria de sus fervorosos lectores, y ninguna mala consciencia u ojeriza crítica podrá desalojarlo del lugar que le corresponde.
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