TINTES OTOÑALES
El otoño esplende en granadas y membrillos, pequeños planetas de oro y lacre azucarados; puestos en el borde de mi ventana, estallan de luz bañados por el sol de la mañana el cual establece su tibia monarquía en las murallas. El olivo del patio relumbra con su carga de frutos esmeraldados, entre la pátina verde y grisacea de sus hojas aceradas. Las tencas en el pimiento practican su alboroto de recreo insesante, van y vienen, expulsando desde su garganta trinares exultantes. En las flores rojas de una enredadera, que semejan pequeños saxofones, los picaflores se disputan el almibar de sus pistilos y el territorio de su fronda. El plumbago, henchido de racimos, curva en cada rama su cascada de ofrenda, sus bellas constelaciones de azul pálido. Las bugambilias desde el balcón descuelgan sus cabelleras de púrpura exuberancia. El otoño se apodera de mi casa y entra en mi corazón siempre enamorado de su gracia.
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