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GALERIA DE POETAS INVITADOS:
Néstor ESPINOZA HARO. Huari-Ancash-Perú
Su voz de gran sonoridad al descorrer a palabras el translúcido paisaje andino, cuna aborigen de sus poemas emergente de los puquiales.
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ANDINO
Yo soy el viento que canta
en las guitarras verdes
de los eucaliptos.
Ojos de paloma
tienen cautiva mi niñez.
Y no sólo el arpa de la lluvia
o la lluvia del arpa
mojan mi pecho,
también las noches de junio
y sus perlas.
Mis yemas saben
de la tímida flor de papa
y de los tiernos pechos de maíz.
Mi sentir pulsa
cuerdas de aguacero,
con emoción de trueno.
Y si quieres conocerme más,
en áureos dientes de retama,
alegre parloteo de torrente,
en piedra grande,
con señoriales alas de infinito,
y versos de gorrión,
has de encontrarme.
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BÚSQUEDA
Todo cuanto superficial
o tangencial percibo
dentro de la memoria,
me habla de ti.
Sin querer guardo
en despoblados linderos
al cansancio de las huellas,
pero, allá, estás tú.
Vuelvo al torbellino
cada vez más atribulado
qué importan las distancias,
al final, te encuentro.
No sé si en el recodo
de la muerte estará
apacible la sombra buscada
o ¿acaso allá estarás aguardando?
Todo cuanto tengo
los hallé en esta búsqueda
constante por tenerte siempre
y ahora, como ves, no estás.
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PUQUIAL LUCERO
Para Max, mi padre
lucero en el puquio
Mi padre escondía un extraño acento
tras su piel de pálida aceituna,
era tan inmensa y fulgurante, enceguedor,
tal vez un mismo lucero, una espada
o la simpleza de la nieve al mediodía.
Pero mi padre a pesar del mundo
con sus adversidades y cristiana comunión
preciaba tanto más al compás taladrante
de lamentos arrancados a sus castañuelas,
y al resplandor azul de su astro incognito.
Nunca cuando en el redondel inmenso
de la casa vimos atisbo de flaquezas, menos
dudas ante la inminencia trágica de los truenos
y relámpagos anunciando tempestades y avalanchas,
su estirpe, decía, no registran retrocesos.
Tallaba a diario con su sonrisa de ébano
una melodía que lindaba con sus arpegios
diluyéndose entre cornos y violines, para volver
andino, tapiado, solemne, majestuosa pirca
abrazando a su universal pavesa alucinante.
Pues ahora, el escondite de mi padre
todo lo luminoso, su puño y voz de combate
incendiando cuanta maleza corrupta, es emblema,
la senda inequívoca que todo desbrozará
será luminaria siempre, el agua clara, puquial lucero.
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