ENTRE LA LLUVIA
Mientras pasaban los días, el tiempo se iba acortando, en todo aquel transcurso versado, nuestra amistad fue concebida, ambos conocimos: la moral, la ética y la aptitud de cada uno. Fuimos buenos amigos, y en un momento, el vértigo de la conciencia me haría acuclillar, frente a la desilusión de sostener una relación amorosa. Entablados días oscuros vinieron a mi vida, nuestra amistad fue agonizando, pocas veces conversábamos, y pocas veces la acompañaba a coger su auto, a menudo me sentía culpable de la desunión, culpable por declarar mis sentimientos, como delito alguno; la veía, sostenía en sus ojos una pregunta de inocencia, queriendo arrancarme una respuesta de una amistad casi perdida.
Una amistad perdida en vano, por una quimera viajera de mi mente, caí en sus trampas y redes, con una amistad que salió destruida.
Aunque la soledad estaba presente en una parte de mi corazón, no dude en encontrar a mi círculo de amigos (no se comparaba con la de ella) al primero a quien conocí fue a Carlo, un soltero empedernido, con una hija en su cuidado, Quimi, su hermana, carismática e inteligente, juntos son buenos compositores de la música peruana (vals, marinera...) y finalmente a María Fernanda o Mafer, como se presentaba, con un vicio al cigarro y alcohol.
Si, en efecto, una nueva vida estaba comenzando, entre la lluvia de emociones y aptitudes que inundan mi alma; con apacible aroma, observaba los jardines de la facultad, desde un tercer piso, donde mi cuerpo posaba por la ladera de un pensamiento vacio con un sentimiento solitario en el andén de la sabiduría.
Jonathan Edwards Endara Gutiérrez
ENTRE LA LLUVIA
Edición en proyecto
Derechos reservados del autor
Dedicada:
Luz Juana Lira Valero.
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