NUEVA METAMORFOSIS KAFKIANA
En esta pesadilla del Perú, no fue Gregorio Samsa quien despertó un día convertida en un execrable insecto. Fue Vladimiro montesino, personaje de la oquedad y la noche, que el día 16 de septiembre fue descubierto encarnado en un monstruo arácnido, con facciones humanas. Tenía patas y abdomen peludos, pero por la testa era un calvo cualquiera, que disimulaba la calvicie jalando algunos pelos del parietal izquierdo. Sus ojos eran minúsculos y punzantes, a la luz de unos anteojos transparentes.
En el momento de la devolución, como proyecto el “video de la corrupción”, el abominable monstruo se hallaba balanceándose en su telaraña: sus patas posteriores asidas en los hilos de la trama circular, y las anteriores cogiendo por el cuello a una alimaña caída en sus redes, que, contrariamente el estertor que muestran los gusanos que se hallan en trance de ser engullidos, esta mostrábase feliz y en coloquio con sus victimarios.
Hacia un flanco de la telaraña estaba el huevo del arácnido. Era enorme, casi el tamaño de abdomen, envuelto en una gasa blanca y fina. Solo el hilo final de esta madera era rojo (en contraste con el color blanco del capullo) y oscilaba, al parecer, a la espera de anudarse con el hilo humeante que regurgitaba la tarántula.
Sorprendido el arácnido, como en una rasa de arbusto, reunió con la rapidez las patas erizadas, y se emponzoño, presto al ataque. El movimiento fue tan violento que el huevo se desprendió y empezó a descolgarse del hilo, que por gravedad, iba cediendo más y más. Era un hilo delgado que se engrosaba de sangre, cual la cera en un pabilo, como en una película terrorífica. ¡La madeja se desenredaba! Y la sangre ya caía a borbotones y se encharcaba en el suelo. A la luz que se proyectaba de los ventanales de la oficina, era sangre exactamente igual a la que borbotó en los crímenes de la cantuta, barrios altos, Accomarca, Cayara, la sangre emblemática de los torturados y desaparecidos, que se había encapsulado en el huevo…..
Se erizó de tal suerte el monstruo que, al salto que dio, le crecieron las alas transparentes de los vampiros y voló, voló como los gritos mitológicos.
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