ARTÍCULOS, ENSAYOS, POEMAS , DESDE TAQUILI PUNO PERÚ; por: JOSÉ LUIS RAMOS FLORES zorrosabajo@hotmail.com Víctor Humareda: pintor de Lampa, Puno Perú
oráculo
9.2.11
MIERCOLES LITERARIOS JOSE MARÍA ARGUEDAS Y LA POESÍA ANDINA EN LA CUEVA DEL ZORRO LIMA PERÚ
Miércoles literarios
José María Arguedas y la poesía andina
Óleo de Éver Arrascue Arévalo
Presentación del libro
Poemas andinos
de Néstor Espinoza
Participan:
Félix Huamán Cabrera, Néstor Espinoza
Alejandro Medina Bustinza - Apurunco
--------------
Presentación de la novela
Infierno en el VRAE
de Lorenzo Chávez Espinoza
Comenta:
Carlos Valencia
Libros – Música – Brindis – Solidaridad
Miércoles 09 de febrero – 7:00 p.m.
Asociación Cultural Brisas del Titicaca
5.2.11
ARTE POÉTICA Nº184 DE ORLANDO ORDÓÑEZ SANTOS, CALERIA DE POETA INVITADO A NÉSTOR ESPINOZA HARO. HUARI ANCASH PERÚ desde la cueva del zorro .
Telf.: 6244484 E-mail: artepoetica_2000@hotmail.com
945871221 oordonezsantos
-
GALERIA DE POETAS INVITADOS:
Néstor ESPINOZA HARO. Huari-Ancash-Perú
Su voz de gran sonoridad al descorrer a palabras el translúcido paisaje andino, cuna aborigen de sus poemas emergente de los puquiales.
-
ANDINO
Yo soy el viento que canta
en las guitarras verdes
de los eucaliptos.
Ojos de paloma
tienen cautiva mi niñez.
Y no sólo el arpa de la lluvia
o la lluvia del arpa
mojan mi pecho,
también las noches de junio
y sus perlas.
Mis yemas saben
de la tímida flor de papa
y de los tiernos pechos de maíz.
Mi sentir pulsa
cuerdas de aguacero,
con emoción de trueno.
Y si quieres conocerme más,
en áureos dientes de retama,
alegre parloteo de torrente,
en piedra grande,
con señoriales alas de infinito,
y versos de gorrión,
has de encontrarme.
-
.
BÚSQUEDA
Todo cuanto superficial
o tangencial percibo
dentro de la memoria,
me habla de ti.
Sin querer guardo
en despoblados linderos
al cansancio de las huellas,
pero, allá, estás tú.
Vuelvo al torbellino
cada vez más atribulado
qué importan las distancias,
al final, te encuentro.
No sé si en el recodo
de la muerte estará
apacible la sombra buscada
o ¿acaso allá estarás aguardando?
Todo cuanto tengo
los hallé en esta búsqueda
constante por tenerte siempre
y ahora, como ves, no estás.
.-
PUQUIAL LUCERO
Para Max, mi padre
lucero en el puquio
Mi padre escondía un extraño acento
tras su piel de pálida aceituna,
era tan inmensa y fulgurante, enceguedor,
tal vez un mismo lucero, una espada
o la simpleza de la nieve al mediodía.
Pero mi padre a pesar del mundo
con sus adversidades y cristiana comunión
preciaba tanto más al compás taladrante
de lamentos arrancados a sus castañuelas,
y al resplandor azul de su astro incognito.
Nunca cuando en el redondel inmenso
de la casa vimos atisbo de flaquezas, menos
dudas ante la inminencia trágica de los truenos
y relámpagos anunciando tempestades y avalanchas,
su estirpe, decía, no registran retrocesos.
Tallaba a diario con su sonrisa de ébano
una melodía que lindaba con sus arpegios
diluyéndose entre cornos y violines, para volver
andino, tapiado, solemne, majestuosa pirca
abrazando a su universal pavesa alucinante.
Pues ahora, el escondite de mi padre
todo lo luminoso, su puño y voz de combate
incendiando cuanta maleza corrupta, es emblema,
la senda inequívoca que todo desbrozará
será luminaria siempre, el agua clara, puquial lucero.
2.2.11
poemas de Juan Carlos Durán en la cueva del zorro Lima Perú
Poemas de Juan Carlos Durán
Sin nombre ni cabeza
Despliega su mancha roja en mi sacro y en mis parpados
Un ángulo obtuso
En que se niega mi corona para un
reino
Demasiado mío/ huelo a ego
Cavernario
Debajo de tu espalda pelada
Por la luna
Y mis manos
admito
Belleza de oscuridad nebulosa
En mi enjambre
Interior departamento
De rosas
Quebradas
Y cenizas
Una abrupta
Cabellera quelonia y negra como el cielo de esta noche
Sin atavíos en calles que
Se
Incendian
A la altura del esófago
segunda vuelta que doy a la avenida
De los lirios
En claves secretas
In side virtual
Para la luz de
La colonia
Que conquista
Cada centímetro de lo que te pertenece
Y de lo que no
Parece pertenecer a nadie
Cuando es fauna común a todos los personajes que no son invisibles en el libro del secreto
Yo quise detestarte tiernamente para equilibrar
Mi apego
De buque bananero
A tierra húmeda de territorios aún desconocidos
Por mis ojos y tacto indio
Pero mi ritmo es
El del vals
Con rock
Una pieza
Compleja que deberías bailar
Sin zapatos
De tacón alto
En Lima Perú
Para que aterrices de nuevo
Desnuda y
Tan elemental
Como la sola hierba
EL SILENCIO LO ES TODO
El tiempo me coge por la espalda
amenaza los más profundos cálculos de mi otro yo.
Soy un elemento de una modificación que no tiene rostro.
Mis alas crecen desmesuradamente hacia las estrellas.
Mis patas toman la forma de los tallos dorados que se extienden
Sobre la piel rajada de un venado.
Ante la amenaza de los objetos mis ojos se multiplican y perciben
Con mayor claridad la forma de los corazones insulares y lascivos.
Cada vez soy diferente y transmuto
Cada minuto me reconozco menos.
Cada vez siéntome incompatible con tu boca – con tu sonrisa floreada-
Con tu alma estremecida en el toque de mi manso cuerno.
Yo ahora soy espacio – soy tiempo sumergido en la liberación de que
Padezco.
Conforme a una nueva ley del cielo temblaré en el pozo siniestro
De estos ojos.
Existiré como huella del pie que quema tu corazón perdidoentre hojas secas de una rasgada memoria
27.1.11
Podrán lanzarte toda la lenguas, escupida de un sistema, Homenaje a Jose Maria Arguedas por Roger García Clavo Lima Perú
BRAMANDO COMO
EL RÍO
A José María Arguedas Altamirano
ROGER GARCÍA CLAVO
PERÚ – 2011
Podrán lanzarte todas las lenguas
escupidas de un sistema;
hasta hacernos recordar tu niñez de pongo
consolado por los árboles
a la orilla del río.
Río que brama como hombre herido,
como animalillo sin dueño
o pequeño a la hora de la cocina,
que alrededor de las cenizas
va encendiendo con lo que quedaba del pan,
el amor al Pueblo;
II
Con tus llanquis híbridos
en el barro que nos dejaron,
ibas escribiendo las ideas,
madres de tu llanto,
del campesino y del pescador.
Tu queja de becerro,
zurriado por el Cutu
dura más de cien años en nuestros corazones,
más de lo que las causas
esperan de las flores del jardín
que nunca te pertenecieron.
Pero a escondidas
ahí cerca del río
entre los maizales y papales
ha quedado tu escritura como un cause,
como un jardín de horizontes
para tus hermanos
de danza
y consternación.
III
José María
viajaste tanto
para definir la frescura del campo
pisoteado y empañado a más de un siglo;
metáfora de todo éxodo,
de toda peste innatural
a la hora del sueño
o de la muerte.
En ese transe
fuiste contra la sombra
a la hora de la claridad,
y caminando
contra la esclavitud de la sonrisa
llegaste a la galera, al Sexto,
donde las ratas seguramente
tuvieron mejor privilegio
que la libertad.
El frío, José María,
pasó el número de tus manos
sobre tu frente de hombre
originario de los hombres
hasta consultar con los dioses
tu rabia y tu amor por el gavilán.
IV
José María
en nuestro corazones
permanece la ilusión de un pueblo embellecido
que tú soñaste;
está insistente con la danza de los árboles
macheteados y esculpidos
que tú un día sembraste
echando al despeñadero
los nidos del gallinazo,
con todo lo humillado.
Cómo habrás festejado
al momento de ver el cielo ennegrecido
sobre la cabeza del cacique,
pidiendo casi de rodillas, casi religioso,
que le parta un rayo
desde su corona
hasta las entrañas ultrajantes
de los necesitados.
Cómo habrás esperado la última luz
para maniatar el pan con tu lengua
y repartirle entre las trenzas jaloneadas
a la hora del afonía de las yerbas
y del grito innecesario.
ghui V
Estamos recordando tu voz
casi quebrada con el yaraví y la quena.
Estamos mirando tu rostro definitivo
para que en el momento indicado
alcemos el puño tempestuoso
y defender la frescura de una historia
aplazada entre las piedras y el río.
Estamos viendo el color de tus ropajes
a la hora de la fiesta,
a la hora de tu llanto con las estrellas
y a la hora de tu amor por la mujer y la tierra.
Estamos hablando de tus ideas
y de tus hermanos;
de aquellos que bajaron como cóndores
para sangrar el lomo del caballo.
Estamos aquí palanqueando nuevamente
la utopía de los pájaros
para escapar del hambre
y volar sobre los caminos,
sobre los ríos y el mar.
kfgj
VI
Bramando como el río
te afanaste a no regresar de tu llanto,
a no retroceder con tu amor y tu amargura
por nuestros corazones andeneados
de reposo e inquietud en la siembra.
Tronando como trompo te desplazaste
sobre los hombros de los niños
desponchados en el frío,
casi con los pies engranados
en la pelota de trapos;
pero también al borde de la cintura
el sollozo de tu ausencia
y el gemido de la madera.
VII
Padre Apu Mayu,
tu hijo vivió entre los hombres,
entre el colibrí y el cóndor;
danzando con la antara
debajo de los rosales
y los puentes zapateados
de adioses y euforia
al otro margen del río.
Ahí, en el pastoreo,
las rocas enmudecieron con el látigo
hasta que las mantas
más coloridas que el arcoíris
fueron tapando los cerros
con voces compuestas de esperanza.
Padre, tu fuerza de torrente
dicto a tu hijo, a tu hermano,
la canción de los corazones
que mantuvo al campo y al trigo
en el verdor y la persistencia de nuestros ojos
casi prohibidos a la gratitud de la tierra.
Pero tu bordado mandil de pájaros
hizo volar las retamas
a nuestros fogones
llenos de espera contra el agravio;
porque antes de ti,
tampoco fue fácil la vida.
VIII
Muchos no estuvimos a la hora de tu muerte,
pero nos duele la blancura de la lumbre
que habita tiritando en el vestigio
labrado por el fuego
hace más de cien y quinientos años.
Te fuiste primero,
para advertirnos
que viviste como los hombres
de chuyo y sombrero
huecos con la lluvia y los besos.
Te fuiste danzando
con el brillo de la tijera
y cortando con su acero
los cercos de nuestro pueblo,
tu pueblo atravesado
por el poco a poco de una apetencia
de sangre y suelo.
IX
Contigo aprendimos a cantar la poesía de los ríos.
Contigo los hombres tristes,
aquellos de ojotas de cuero
y carne descalabrada en la arriería y la siembra;
aquellos que amarraron su cintura
con cancha y trapos retaceados;
aquellos que quemaron su piel
en la oscuridad de las minas y sobre el frío;
aprendieron a mirar el sol,
más allá de las abras, de los pasos y desfiladeros.
Contigo aprendieron a cortar el llanto las tijeras,
allá en las lomas
y la sangre desparramada por la patria.
Nos enseñante a decir
al hombre acaballado
con el amor de los errajes y la iglesia
que Dios es un hombre danzando
gozoso del violín, el arpa y la quena.
Contigo,
hoy se eleva el clamor de la quina,
la quinua y el machete
en cualquier ciudad, casi Lima,
hasta ensartar en nuestros corazones
el agua y la sonrisa
callada en estos días.
X
José María,
nada a cambiado desde la hora
en que quitaron a tu madre de tu camino.
Ni siquiera después de tus desvelos
viste el abrigo de los cautivos,
ahora los salvos ,
aquellos zánganos que matan al ganado
con el arado entre las raíces
tampoco descifran tu obra
en el parlamento.
XI
El momento que más necesitaste
alguien te abandonó con el pretexto,
de que los bueyes se enredaron
y te dejó con los cernícalos
que comen nuestra niñez
y nuestros fantasmas
llenos de palabras
y de luz desgranada en las espaldas.
Te dejó
con el incendio de todas las sangres
junto a los quijanos,
a los matos mar,
los favre
y a los bravo bresani;
perros hambrientos de la ternura
y de los huesos sonoros de tu escritura.
Con el tiempo
la sonrisa fue el engaño de tu muerte
y de nuestro dolor
que a puntillas nos hace menoscabo.