oráculo

21.7.11

Mariangeles, en Lampa, Juliaca , Puno y el Lago Titicaca desde la cueva del zorro Lima Perú



Esta es la bitácora virtual










conoci Lampa y viaje hasta el Lago Titicaca, moje mis pies y mi manos en sus aguas



Intuia que el pueblito me iba a gustar, lo supe desde siempre. El viaje en autobús hizo que sintiera mareos y que todo me diera vueltas cuando me baje en aquella ciudad de Juliaca en Puno, uno de los lugares con mas pobres de la Sierra peruana.

El frio me rompio los labios y se me congelaron los dedos. Nunca habia sentido tantos escalofrios, me abrigue tapando mi cara y mi cabeza, con guantes y un poncho amplio de pura lana de alpaca.

Camine unos pocos pasos (que se me hicieron eternos) hasta que llegue al hostal que me habian recomendado. Pedi un te caliente, la encargada del hostal me recomendo un te de hojitas de coca para los mareos; un muchachito me ayudo a cargar mi maleta hasta la puerta 16. El cuarto era simple, una cama, una silla, una mesita y en la pared un cuadro del Senor de los Milagros. Estos días estamos teniendo mas frio que nunca, han habido muchas muertes y pocos turistas, cuantos dias se piensa quedar? fue la pregunta del botones, lo mire con una sonrisa tierna y le di una buena propina, saque de mi maleta una caja de golosinas y se la regale. Feliz y agradecido se fue brincando por los pasillos.

Por la noche cai rendida por los efectos del largo viaje, casi 24 horas, me dolia todo el cuerpo. Oí en las noticias que estábamos pasando un invierno crudo y que pronosticaban fuertes lluvias. Tenia mi radio a transistores, no habia televisor en esos tiempos, era 1970, mi primer viaje sola.

Claro en esos dias yo era joven y delgada, me reponia con facilidad y no sufria de la presion alta ni de achaques que te llegan con la edad. Tenia mi "espíritu de viajera mochilera" y queria conquistar el mundo, me jactaba de que me adaptaba a todo y a todos, que hacia amigos en todas partes, escuchando sus voces, sus historias, desde siempre se me pegaban los acentos del lugar y a las pocas horas hablaba como si fuera una mas del pueblo.

Sali a recorrer las calles. Llevaba mi cuaderno de anotaciones, tomaba fotos, compraba postales que enviaba a todos mis amigos, disfrutaba de las comidas tipicas del lugar, choclos gigantescos, ajiacos de papa, sopas y frijoles preparados en ollas de barro con mucho amor. Que deliciosa es la comida peruana.

Me hice amiga de los bomberos y me llevaron a conocer a las tejedoras, las hilanderas que tejian con un arte milenario que llevaban en las venas, porque eran herederas descendientes de Mama Ocllo, logrando preservar el mismo estilo en los telares incaicos que tienen tanto colorido y belleza, estas mujeres siguen la tradicion de generación en generación de mujeres tejedoras, grandes artesanas, manos trabajadoras no siempre valoradas.

En un restaurante considerado de lo mejorcito del lugar, conoci a unas cuantas mujeres modernas que decidieron mudarse al pueblito en busca de una vida simple, lejos del bullicio de la ciudad, simplificando sus vidas, y vuelven una vez cada seis meses a la gran capital. Mujeres que empezaron a cocinar viejas recetas y a trabajar la tierra, cosechando tomates y otras frutas y verduras en la huerta de sus casas. Marita una de ellas que esta pensando en escribir un libro de recetas con fotos de cada platillo y que queria regalar como grata sorpresa a cada uno de sus amigos y familiares en la Navidad...¡Y espera con ilusion que vengan desde la ciudad para prepararles sabrosos manjares para todos los paladares.

En esa visita aprendi a tejer zapatitos de lana para recien nacidos. Unos puntos de croche que me sirvieron para tejer la primera mantita de lana para mi primogenito. Conoci a Clemencia que me pudo explicar el proceso completo de la lana, desde que se esquila hasta que, una vez transformada es convertida en ovillo.

Ah!!! y por pimera vez vi como se hace el queso y la mantequilla, pero no me atrevi a ordenar una vaca, que tengo que comentar estaba bien flaca.

Me quede una semana en el pueblito, conoci Lampa y viaje hasta el Lago Titicaca, moje mis pies y mi manos en sus aguas, y cuando llego el momento de despedirnos estaba enamorada de todo y de todos, me resultaron días inolvidables y superaron todas mis expectativas.

Los pueblos de la Sierra Peruana, sus bellos paisajes, su historia, sus monumentos, sus Iglesias, sus gentes, sobre todo sus personas. Lo que no vi fueron gatos, pero si vi muchos perros.





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