oráculo

5.2.11

ARTE POÉTICA Nº184 DE ORLANDO ORDÓÑEZ SANTOS, CALERIA DE POETA INVITADO A NÉSTOR ESPINOZA HARO. HUARI ANCASH PERÚ desde la cueva del zorro .

AÑO: XIII 184 ORLANDO ORDÓÑEZ SANTOS

Telf.: 6244484 E-mail: artepoetica_2000@hotmail.com

945871221 oordonezsantos

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GALERIA DE POETAS INVITADOS:

Néstor ESPINOZA HARO. Huari-Ancash-Perú

Su voz de gran sonoridad al descorrer a palabras el translúcido paisaje andino, cuna aborigen de sus poemas emergente de los puquiales.

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ANDINO

Yo soy el viento que canta

en las guitarras verdes

de los eucaliptos.

Ojos de paloma

tienen cautiva mi niñez.

Y no sólo el arpa de la lluvia

o la lluvia del arpa

mojan mi pecho,

también las noches de junio

y sus perlas.

Mis yemas saben

de la tímida flor de papa

y de los tiernos pechos de maíz.

Mi sentir pulsa

cuerdas de aguacero,

con emoción de trueno.

Y si quieres conocerme más,

en áureos dientes de retama,

alegre parloteo de torrente,

en piedra grande,

con señoriales alas de infinito,

y versos de gorrión,

has de encontrarme.

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BÚSQUEDA

Todo cuanto superficial

o tangencial percibo

dentro de la memoria,

me habla de ti.

Sin querer guardo

en despoblados linderos

al cansancio de las huellas,

pero, allá, estás tú.

Vuelvo al torbellino

cada vez más atribulado

qué importan las distancias,

al final, te encuentro.

No sé si en el recodo

de la muerte estará

apacible la sombra buscada

o ¿acaso allá estarás aguardando?

Todo cuanto tengo

los hallé en esta búsqueda

constante por tenerte siempre

y ahora, como ves, no estás.

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PUQUIAL LUCERO

Para Max, mi padre

lucero en el puquio

Mi padre escondía un extraño acento

tras su piel de pálida aceituna,

era tan inmensa y fulgurante, enceguedor,

tal vez un mismo lucero, una espada

o la simpleza de la nieve al mediodía.

Pero mi padre a pesar del mundo

con sus adversidades y cristiana comunión

preciaba tanto más al compás taladrante

de lamentos arrancados a sus castañuelas,

y al resplandor azul de su astro incognito.

Nunca cuando en el redondel inmenso

de la casa vimos atisbo de flaquezas, menos

dudas ante la inminencia trágica de los truenos

y relámpagos anunciando tempestades y avalanchas,

su estirpe, decía, no registran retrocesos.

Tallaba a diario con su sonrisa de ébano

una melodía que lindaba con sus arpegios

diluyéndose entre cornos y violines, para volver

andino, tapiado, solemne, majestuosa pirca

abrazando a su universal pavesa alucinante.

Pues ahora, el escondite de mi padre

todo lo luminoso, su puño y voz de combate

incendiando cuanta maleza corrupta, es emblema,

la senda inequívoca que todo desbrozará

será luminaria siempre, el agua clara, puquial lucero.

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