oráculo

8.7.10

LA DIGNIDAD DE UN MAESTRO DEL PERÚ DESDE LA CUEVA DEL ZORRO



LA DIGNIDAD DE UN MAESTRO


Julio Pedro Armacanqui, líder histórico del Sutep, luchó codo a codo con Horacio Zeballos por la unidad del magisterio. En el Día del Maestro, que se celebra hoy, su experiencia de vida es un ejemplo para las nuevas generaciones de profesores.

LA PRIMERA vez que Julio Pedro Armacanqui se puso de cara ante una veintena de alborotados escolares, recordó que su hermana mayor apenas si pudo terminar la primaria y que su hermano Nicolás sólo llegó hasta el segundo de secundaria. Su padre Teófilo, pequeño parcelero de Laramarca, Huancavelica, murió cuando Julio Pedro tenía sólo un año y nueve meses y los hermanos mayores, junto a su madre Candelaria Flores, tuvieron que dedicarse a mantener a los más pequeños.

Esta historia, parecida a la de miles de campesinos de costa, sierra y selva, tiene un componente especial, porque Julio Pedro Armacanqui es uno de los líderes históricos del profesorado, fundador del Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación Peruana (Sutep) junto a Horacio Zevallos y otros maestros que además de defender sus derechos laborales, tienen la visión de una Educación pública, de calidad y gratuita para los niños y niñas de nuestro país.

A contracorriente
Julio Pedro me recibe en su oficina del centro de Lima, repleta de libros, archivos y libretas llenas de apuntes. Una sonrisa dibuja su rostro. Es seguro la misma que cientos de veces vieron sus alumnos en Huancayo, en Jauja, a quienes impartió conocimientos y experiencia de vida.

“Mi padre era ganadero y murió joven. Entonces mi madre tuvo que ocuparse de la parcela y del ganado, de lo cual dependían sus ingresos para alimentar a sus cuatro hijos. Mis dos hermanos mayores ayudaron a mi madre y descuidaron sus estudios. Pero mi madre trabajó duro para pagar mi Educación, la de mi hermano Arsenio y la de mi última hermana”, recuerda.

“En los años 60 mis hermanos mayores fueron a trabajar a Ica, porque en el campo la situación era muy difícil. Ellos nos llevaron a esa ciudad y luego todos emigramos a Lima. Mi madre quedó viviendo en Laramarca”, continúa.

“Entonces, yo estudié en Laramarca sólo hasta el cuarto año de primaria y, tuve que trasladarme al distrito de Córdova para los otros dos años en la Escuela Estatal de Varones. La secundaria también la hice en un colegio público, el San Luis Gonzaga, uno de los más importantes centros escolares de la época”, dice con orgullo.

“En esos tiempos, yo quería estudiar arquitectura, pero un error en la inscripción de mis nombres en los certificados de estudios, me hizo perder la oportunidad de postular a la Universidad de Ingeniería”, cuenta. Como hombre pertinaz, Pedro Julio fue hasta Huancayo donde la Universidad Comunal del Centro había abierto una Facultad de Arquitectura y empezó a estudiar la carrera, que finalmente tuvo que abandonar porque su madre no podía cubrir sus gastos (estadía, alimentación, etc.) en Huancayo, donde Armacanqui estaba sólo. Otra vez la pobreza le ponía obstáculos.

“La vida me planteó un dilema. O continuaba estudiando o regresaba a Laramarca a ayudar a mi madre con el ganado y las labores agrícolas”, reflexiona Julio Pedro. “Unos buenos amigos, me aconsejaron cambiarme a la Facultad de Educación para estudiar de noche y trabajar de día –dice–, que fue lo que finalmente decidí. Así empecé a estudiar Educación, en la especialidad de matemáticas, que era lo que más me atraía”.

A la par que estudiaba de noche y trabajaba de día, Julio Pedro, sensible a la situación del estudiantado universitario, inició su camino de líder social. Fue delegado de su facultad y participó activamente para lograr mejores rentas para la Universidad.

Vida sindical
Aún antes de terminar sus estudios universitarios, Julio Pedro ya era profesor en algunos colegios particulares de Huancayo, como el Colegio Cooperativo, donde organizó una asociación de educadores, que presidió cuando tenía tan sólo 20 años de edad. A partir de allí, Julio Pedro sería reconocido como dirigente del magisterio.

“En esos años me convencí que el único camino para que los trabajadores reclamen sus derechos era la organización y para cuando terminé mis estudios en la Universidad, ya había ganado experiencia en las lides sindicales”, manifiesta con orgullo.

En ese tiempo el principal problema de los maestros de escuelas privadas era el pago impuntual de sus sueldos, y la falta de un salario justo. “Solo les pagaban lo que a los dueños les parecía justo, lo cual no era suficiente para una vida digna para los profesores”, dice Julio Pedro.

En 1964, Julio Pedro Armacanqui ingresó a trabajar como docente en la Gran Unidad Escolar San José de Jauja en el valle del Mantaro y luego pasó al Colegio Nacional Mariscal Castilla de Huancayo, donde fue elegido secretario general del sindicato de profesores.

“La organización social del magisterio estaba entonces dividida. Algunos sindicatos de profesores estaban controlados por el APRA y otros eran parte de la oposición que cuestionaba la dirección aprista”, evoca. “El sindicato del “Mariscal Castilla” se alineó con la oposición, porque el gremio magisterial necesitaba una política más amplia, de frente, y no la lucha de un sindicato bajo control estrictamente partidario. Así empezamos nuestra experiencia en el sindicato, con interés en los problemas de los maestros y sus reivindicaciones”.

Julio Pedro dedicó entonces sus esfuerzos a organizar al magisterio. Formó el Sindicato Regional de Profesores de Educación Secundaria Común de la Tercera Región, que comprendía escuelas de Ayacucho, Junín, Huancavelica y Pasco. Luego, junto con otros maestros de la región, constituyó la Federación Regional de Trabajadores en la Educación de la Tercera Región y Julio Pedro fue elegido presidente y dedicó sus esfuerzos y experiencia a forjar la unidad del gremio y a fortalecerse para enfrentar una lucha de gran envergadura, como la huelga nacional del magisterio del 11 de junio de 1971.

Al año siguiente, luego de capear el temporal político desatado por el gobierno militar tras la exitosa huelga magisterial, Julio Pedro y otros dirigentes nacionales como Horacio Zeballos, Arturo Sánchez Vicente, Abel Callirgos, Miguel Vela Patiño, Hugo Lipa Quina, Carlos Salazar Pasache, Nelson Huamán, Eduardo Lizárraga, Pedro casas Sulca, Elba Oviedo, Máximo Cárdenas Sulca, Raúl Astocaza Péres, Bladimiro Gueva Gálvez, Bertha Soto, Jorge Cristobal Párraga, Ina Socorro Castañeda, Ondina Gonzales, Miguel Constantinides, Aleardo Ferrando Ruiz, David Alarcón Monteza, Félix Sánchez, Hugo Tello Escobar, los hermanos Rebaza y muchos otros más reemprenden sus actividades unitarias.

El Congreso fundacional del Sutep fue del 2 al 6 de julio de 1972. Horacio Zeballos fue elegido secretario general. En eventos posteriores las bases eligieron a Julio Pedro Armacanqui como su dirigente en diversos cargos.

“La constitución del SUTEP significó no solamente la unificación del magisterio, sino también hizo entender a los maestros que no sólo somos trasmisores de conocimientos, sino también tenemos la responsabilidad de educar una generación diferente con nuevos valores de solidaridad, de equidad, de justicia, para sentar las bases de un movimiento, no sólo contestatario, sino un movimiento que busca transformar y liderar nuevos movimientos de mayor envergadura en nuestro país”, dice.

Intelectual progresista
A pesar de lo que digan las autoridades de los gobiernos a quienes Armacanqui enfrentó en defensa del magisterio nacional, y que en varias ocasiones lo metieron preso en los calabozos de seguridad del Estado, y hasta en la temible prisión selvática de “El Sepa”, o lo deportaron a España, Julio Pedro se autodefine como una persona vinculada a los movimientos progresistas. “He luchado, y lucho contra todo lo que significa la desigualdad social y por la búsqueda de la distribución equitativa del producto nacional. He estado vinculado al grupo de intelectuales que editaban la revista ‘Sociedad y Política’ como Anibal Quijano, Julio Cotler, Denis Sulmont, César Germaná y Rodrigo Montoya”, manifiesta.

“El liderazgo no se impone porque uno habla bonito o porque tienes una estructura partidaria grande detrás tuyo, sino porque uno logra expresar el sentimiento mayoritario de las bases, y uno logra, en algún sentido, expresar las aspiraciones de ellos. Creo que es eso, la base principal de un liderazgo”, reflexiona.

“En los lugares donde trabajé, en los cargos que desempeñe, siempre busqué llegar a las bases, ser expresión del sentimiento de ellas, estar con ellas y poner por delante sus intereses. Eso es, desde mi punto de vista el eje del trabajo que debe hacer cualquier organización de masas y de las propias organizaciones políticas”, prosigue.

Sin reposo
Julio Pedro ejerció el magisterio hasta 1992 y activó en el Comité Ejecutivo Nacional del Sutep y en las bases hasta esa fecha. Ahora tiene planteado el reto de profesionalizar a los maestros, que la carrera magisterial recobre la dignidad arrebata por el discurso del gobierno y las propias autoridades del ministerio de Educación”.

“Creo que los maestros debemos asumir el reto de contribuir a transformar la Educación del país, basada en una identidad plurinacional, pluricultural, de acceso gratuito, que brinde un servicio de calidad a todos los educandos”.

“El Estado debe preocuparse de tener permanentemente actualizados a sus maestros de Educación pública, mejorar los niveles de enseñanza-aprendizaje y vincular las escuelas a las necesidades concretas de la comunidad con el propósito de contribuir a su desarrollo local, regional y nacional”.

Julio Pedro tiene una característica muy particular como dirigente gremial, la de promover un liderazgo sustentado por las bases. Apostaba por construir una organización sindical del Sutep, a partir de la organización de las bases, porque sólo así veía la posibilidad de construir una estructura funcional con capacidad de dar respuestas en sus luchas a los gobiernos que asumían la condición de patrones de los maestros del país.

Veía que no sólo se enfrentaba al gobierno sino a todo un aparato del Estado y para ello requería de una organización sindical funcional, democrática y asumida por los propios maestros. Veía que ni los maestros, ni los trabajadores harán suyo su sindicato, si no se consideran parte del sindicato, si no son elementos coadyuvantes, integrantes y protagónicos de ese sindicato. Y eso sólo es posible, si se baja a las bases, si se las escucha, si se hace una relación estrecha entre la dirección y ellas y si se hace realidad lo que siempre se pregona, ser representantes de las bases.

Al respecto expresa: Si las bases no están organizadas, no tienen capacidad de fiscalización de los cuadros de dirección nacional e intermedios. Entonces lo que ocurre es que el sindicato, de una u otra forma, se va burocratizando, se va alejando de las bases a las que dice representar.

Susana Grados Díaz
Redacción
DIARIO LA PRIMERA

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